ASUMIR LA IDEOLOGÍA



Al parecer sólo podemos razonar entre ambos, dos animales humanos. 

Si enfrentara a un animal salvaje en su hábitat, por cierto intentaría razonar con el mediante el lenguaje corporal para persuadirlo de dejarme ir, en mi interior estaría rogándole por una oportunidad, valoraría en este instante mi vida, o tal vez actuaría sólo guiada por mi instinto de supervivencia, actuaría como una presa, demostrándole que en ningún caso soy una amenaza para él. No se si esto sea posible y si esto es acaso iniciar una interacción racional con el animal, pero creo que si jugara bien mis cartas podría conseguir huir.

Lo mismo ocurre ante un choque de posiciones con otro humano, trataría de convencerlo y en definitiva tendería un puente de oro para que retroceda, haciendo que comprenda que retirarse no es perder y si de esto dependiera su vida o la mía significaría que soldado que arranca sirve para otra guerra. Mi postura, en definitiva, tiene que lograr aparentar que no soy en absoluto peligrosa. 

Sin embargo, con cada animal doméstico y los domesticados que están a nuestro servicio ninguna de las dos parte intenta siquiera negociar, ellos piden y nosotros les satisfacemos, ellos necesitan y nosotros les proveemos, nosotros ordenamos y ellos obedecen, nosotros decidimos su muerte y ellos se resignan.

Tal vez requerimos constantemente entrar en razón y hacer que otros entren en ella, es obvio que nuestra posición tiene un sustrato ideológico, por más que no adhiramos a una en especial o no sepamos que nos conducimos por ella de manera consciente. Entonces cabe preguntarse ¿de dónde provienen las ideas que gobiernan nuestras decisiones?

La lógica, según mi conocimiento, que es el de cualquier persona, debe siempre proporcionarnos un sentido que se manifieste coherente, sin contradicciones, entonces el debatir o el tomar una decisión se reduciría a entregarse a lo que nosotros mismos hemos sido siempre, pese que muchos de nosotros desconocemos el por qué somos como somos. La cuestión se facilitaría considerablemente, pero es seguro que en algún momento todo esto se volvería absurdo.

Puede que los instintos y las pasiones no todas las veces nos guíen a actuar de manera coherente. Si yo fuera una suicida al enfrentarme al animal salvaje debería entonces dejarme devorar, no obstante dudaría de mi actuar en una situación así.

Y la ideología acaso no nace en nosotros de nuestras experiencias, ¿no se vuelve muchas veces una pasión si lo experimentado nos marcó?

Es bastante difícil y propio de autómatas no dejarse llevar por las ideas. Quizás sean estas las que nos diferencien de una máquina. Más aún los valores como la justicia, la libertad, la verdad, son tal vez lo único que nos de un contenido, que nos haga merecedores de mantener nuestra existencia.

Entonces, ¿por qué no reconocer esto? ¿por qué no asumir que nos constituyen y que no podemos sustraernos a ellas? ¿por qué el humano intenta darle un sentido lógico y machacar nuestra emocionalidad al punto de ahogarla? ¿para hacernos serviles al poder? ¿para que al poder le sea fácil controlarnos?

¿La individualidad es peligrosa o necesitamos algo de objetividad en nuestras vidas? ¿habríamos conseguido dominar a la naturaleza a través de la razón que hemos cultivado, al punto de llegar a ser  esta de risible sofisticación?
¿Quienes desean poder como un fin se mueven por la lógica, o lo que ellos creen lógico no se funda en más que ambición? ¿Es la ambición una ideología o una pasión? 

Ciertamente, el capitalismo tiene un discurso de objetividad, basado en que avanza de la mano de la ciencia, pero para los que no deseamos el poder, este no es más que una visión totalmente subjetiva de quien no vacila en explotar a otros seres para conseguirlo y cuyo único objetivo es el de verlos  simplemente explotados.

Luchita Libertad

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